Noly (25-6-1949) defendió con orgullo la camiseta amarilla, en la época dorada, con un subcampeonato liguero, una final de Copa y tres participaciones europeas y también tuvo la suerte de vestir durante tres años la elástica del eterno rival, el Club Deportivo Tenerife.
Cualquiera con ese palmarés en el fútbol actual se dedicaría a nadar en la abundancia, chalés, coches deportivos, etc… pero Noly es ahora un ciudadano anónimo para mucha gente joven, que no conoció sus hazañas sobre el terreno de juego y feliz con su pequeño equipo de infantiles del San Antonio, además de ser un apasionado del arte, tanto pintura como música, en la que he hecho sus pinitos.
¿Se ganaba dinero en aquella época en la UD Las Palmas?, hablamos de los años 70 y 80. Noly contesta con rotundidad. “Todo ha evolucionado una barbaridad en ese sentido”, responde, replicando: “¿Cuánto valdrían un Germán, un Tonono o un Guedes hoy en día?”, es simplemente un pensamiento, pero no me negarán que alguna vez se les habrá pasado por la mente.
Noly explica: “Antes ganaban dinero dos o tres. Los demás teníamos fichas muy humildes a pesar de ser jugadores de Primera División. Ahora parece que en general muchos futbolistas han perdido la humildad y van un poco endiosados”, razona.
Noly se retiró del fútbol con 40 años en una de las etapas de mayor apogeo que se recuerdan en la UD Telde, compartiendo equipo con Pepe Juan y Juani Castillo, a las órdenes de Juan Trujillo, donde colgó las botas.
Ése es el paso más duro para el futbolista, pasar de ser famoso y conocido, halagado por todos, a ser un ciudadano más, con los problemas que acechan al más común de los mortales, algo que Noly supo llevar bastante bien, como parte de este juego tan bonito y tan ingrato, el fútbol.
Con la compañía de su esposa, Mari Nieves, emprendió, con suerte diversa, algunos proyectos, abriendo dos tiendas de ropa infantil, aunque al final decidieron cerrar los negocios.
Padre de dos hijos, Brian, de 27 años, y Kevin, de 20, “que me ven como a un ídolo”, asegura en la actualidad el ex jugador, en la antesala de la jubilación, que no percibe subsidio alguno del estado y su única actividad es la de entrenar al equipo infantil del San Antonio, intentando “inculcar en primer lugar valores para que sean mejores personas en el futuro y, cómo no, que progresen también en el deporte”.
Noly se desvive en elogios hacia sus jóvenes pupilos. “Llegaron con tres añitos, en minis y ahora con once años ya los ves cómo se colocan sobre el campo y hacen sus jugadas”. Cuando habla de sus chicos se le erizan los pelos. “Verles las caras de ilusión y la sonrisa con la que te agradecen lo que humildemente intento enseñarles me llena de una gran satisfacción”, afirma.
Entre el San Antonio, club en el que jugó en su juventud, sus paseos por la playa de Las Canteras y las pachangas con los veteranos, Noly emplea buena parte de su tiempo, aunque su carácter activo no le permite estar un momento relajado y siempre busca una actividad.
Pintor aficionado, en navidades obsequia sus creaciones a los más íntimos y lleva algún tiempo ya perfeccionando su estilo, aunque lo hace simplemente por placer. “En navidades regalo mi arte”, asegura. También se aficionó a la música popular suramericana en la etapa de los argentinos Brindisi, Morete, Wolff y Carnevali y se considera melómano empedernido.